“Yo pienso que cuando tienen una casa, un sitio seguro, entonces todo es posible”. Ser joven LGTBI y crecer en el sistema de cuidados alternativos

Gerald Mallon, profesor, investigador y docente en la Escuela de Trabajo Social de Hunter College en la Ciudad de Nueva York, es experto en temas LGBTI y jóvenes sin cuidados parentales en Estados Unidos.

Durante más de 40 años, Mallon ha sido defensor de los derechos de niños, niñas y adolescentes. Además es padre adoptivo. 

Es el editor principal de la revista profesional, Child Welfare y el autor o editor de más de veintitrés libros.

En su papel de Director del Centro Nacional de Excelencia en Bienestar Infantil (NCCWE), Mallon ha trabajado para mejorar el Sistema de Bienestar Infantil para niños, niñas y adolescentes, y sus familias.

Viajó a Argentina y tuvimos la oportunidad de entrevistarnos con él para conocer más sobre experiencia de trabajo con jóvenes LGBTI sin cuidados parentales. 

Les dejamos su web para que lo conozcan más.

¿Cómo decidiste trabajar con jóvenes LGBTI?

Llevo trabajando 44 años con adolescentes y jóvenes que crecen separados de sus familias. Comencé en una iglesia católica en Nueva York en 1975, que tenía un programa que brindaba ayuda a pobres y necesitadxs. Y aunque no me gustaba mucho acercarme a temas religiosos, siempre estuve interesado en cuestiones de justicia social. Comencé como voluntario en este programa que trabajaba con jóvenes, en un hogar para niñxs y adolescentes.

Veía que en general la gente planteaba que “estxs adolescentes tienen problemas, pero bueno, cuando egresen de aquí, del hogar convivencial, se van a vivir solos”. Yo pensaba: ¿qué? ¿vivir solos? no es posible. No tienen trabajo, no tienen educación, no tienen familia: no es posible.

La mentalidad en ese equipo era “no te preocupes, una vez que cumplen 18 años, se van y todo bien”. Y nadie estudiaba esta situación, nadie se preocupaba tampoco por saber qué había pasado con ningunx de esxs muchachxs. Nunca.

Entonces, en 1989, me puse al frente de una casa para adolescentes en New York. Trabajé 19 años con jóvenes de 16 a 21 años que no crecieron con sus familias. Pude ver entonces qué necesitaban. Pude confirmar que lxs niñxs a los 18 años no pueden simplemente “irse solxs y vivir solxs”. Viviendo en el hogar convivencial, pude comprobar que llegaban a los 21 años sin problemas de drogas, estudiando, queriendo superarse. Sin ser esxs “adolescentes que tenían problemas”. Yo los veía y pensaba “esto es un milagro”. Por eso desarrollamos un programa para vivir independientemente, para estudiar y muchas otras cosas que eran necesarias.

Cinco años después de abrirlo, nos focalizamos en una nueva preocupación, que fueron lxs jóvenes gays. Porque vimos que realmente no tenían nada. No había ningún programa que pudiera ayudarlos. El resto de la población, tenía o podía recurrir a otros programas. Ellxs no.

¿Cuándo ingresan al sistema de protección lxs niñsx y adolescentes LGTBI?

Un 66% ingresa cuando son niñxs; de ese porcentaje, la mitad se da cuenta en su infancia o adolescencia de que son gays. El otro 33% son expulsadxs de su familia por su condición homosexual o su identidad de género.

Hay muchxs jóvenes que viven con familias de acogida y son expulsadxs de esas familias también. Es un doble rechazo. A veces son asignadxs a otras familias, a veces terminan viviendo con amigxs.

Y para jóvenes transgéneros, la transición es más difícil. Porque cuando están viviendo la transición (y esto no cambió) a nadie le importa. Si nació hombre, va a ir a un hogar convivencial de hombres aunque quiera vestirse de mujer. Y viceversa. Y eso es duro. Porque a pesar de existir mucha información, se sigue actuando igual.

¿Qué veías que necesitaban los adolescentes LGTBI sin cuidados parentales?

Es demasiada opresión la que viven por parte de la sociedad y de sus propias familias. Tienen menos necesidades que los demás porque sus familias, por lo general, no tienen problemas económicos, ni de violencia. Sin embargo cuando la familia conoce que un/a joven es gay, o trans, simplemente les piden “por favor, vete de mi casa”.

Yo pienso que cuando tienen una casa, un sitio seguro, sin abuso, entonces todo es posible: viven en un hogar, tienen terapia suficiente, tienen atención médica, están contenidos.

Y la prueba está en situaciones como encontrarme 40 años después con muchachxs que crecieron en el hogar convivencial y que contribuyen cuando yo tengo que dar conferencias, o compartir experiencias. Y siempre responden: “ese programa salvó mi vida. En ese sitio, yo estuve segurx. Nunca había estado tan segurx en mi vida”. Ellxs viven esta experiencia, como la fundación de sus vidas. No se trata de que sean diferentes por ser gays, sino de encontrar seguridad cuando no la tenían.

¿Y cómo crees que se construye esa seguridad?

Es una buena pregunta: es igual en cualquier persona. Cuando un muchacho tiene un problema con un novio, es igual que cuando un muchacho tiene un problema con la novia: hay que escuchar, hablar. No es diferente. La diferencia radica en la sociedad, no en el seno de nuestro hogar. En nuestro hogar convivencial, la gente que trabaja, respeta a lxs jóvenes que viven allí. Lxs escuchan. Y eso no sucede en la sociedad en general.

¿Te sucedió cuando comenzaste en esto de sentir que te daban vuelta la cara?

En el `91 en una conferencia. Di una charla sobre un programa residencial para niñxs. En cuanto comenzaba a hablar de gays, lesbianas, transgéneros los rostros cambiaron. Y al momento de realizar preguntas, nadie se animaba. Era como viajar en un bus y que nadie quisiera sentarse cerca tuyo. Fue increíble.

¿Y cambió eso tantas décadas después?

No del todo, pero sí mucho. En NY sí. Nosotrxs fuimos a la Corte y conseguimos que si la Ciudad no brinda apoyo a programas para niñxs LGBTI, podemos iniciar acciones legales en contra de la misma Ciudad. Entonces, básicamente, aceptan el hecho de que tienen la obligación de brindar esa ayuda. Brindan capacitaciones, subsidios, etc. Pero sucede en California, sucede en New York… En Louisana, por ejemplo, es muy raro. En el sur, es muy raro. Tienen reglas que atrasan.

Vos hablas de la opresión a la que se enfrentan jóvenes LGTBI y decís que en el Estado algo cambio, casi por obligación, pero ¿qué pasa con la sociedad?

Es bueno y es malo. Acá en Sudamérica es muy diferente. Acá voy con mi marido de la mano y nadie dice nada. Pero en Estados Unidos, mismo en New York, hay problemas todos los días.

Vivo en un buen barrio, pero una noche Martín y yo íbamos de la mano y dos hombres grandes nos gritaron “¿qué mierda es esto?” y Martín quiso reaccionar, sin embargo yo quise seguir. Pensé: “tú tienes un problema con mi vida, no yo con la tuya”.

Siguen atrasando. Con Obama estuvimos mejor. Fue algo político. Pero con este hombre de mierda (Donald Trump) que tenemos ahora, que es algo horrible. Y ahora, mucha gente tiene miedo. Pero él es horrible en todos los aspectos, no solo con los gays o las lesbianas o trans, es malo en general. Y transmite inseguridad.

A partir de tu experiencia de estos 40 años ¿qué crees que deberían hacer en los hogares para acompañar mejor a lxs jóvenes?

Mi mentalidad cambió completamente. Yo pienso, ahora, que lo ideal, es vivir con la familia. Si no es la familia biológica, entonces de acogida, pero no en grupo. No institucionalizarlxs. Es tan difícil y es tan irreal tener que vivir con otras 25 personas.

Y tenemos que trabajar con las familias. Hay que ir a trabajar y hablar con las madres y decirles: “no lx podés tirar, es tu hijx”. Y punto. Trabajar y acompañarlos. Y si tu hijx es gay, puede superarlo, sigue siendo tu hijx.

Me falta trabajar mucho con lxs muchachxs, y recién ahora empiezo a trabajar con madres y padres. Hay que hacerlo.

Tengo experiencias de jóvenes que ingresaron al programa porque sus padres no aceptan su condición homosexual. Vienen, ingresan. Cuentan su historia. Y entonces un trabajador/a social lxs escucha y vienen y me dicen: tienes que hablar con su madre. Muchas madres dan miedo. Y vamos y hablamos.

Les decimos “tienes que hablar con nosotrxs, tienes que hablar con tu hijx. Si lx amás, tenés que entender esta situación.”. Les dejamos libres, tratamos de apoyarlxs. Tratamos de acompañar a los padres también. Y muchas veces la respuesta es positiva: entienden lo importante que son en la vida de lxs jóvenes.

¿Vos crees que a los padres y madres les falta información o simplemente discriminan porque están en desacuerdo?

Tienen miedo. Tienen miedo a ser discriminados ellxs. La religión, la comunidad, la sociedad, hace que los padres y las madres tengan miedo.

Luego me ven a mí, que trabajo, cocino, estudio, ayudo, y me preguntan “Tú eres gay?” “si, soy gay”. Y abren los ojos y deben pensar “mira… es gay y trabaja, cocina, estudia…”.  Somos personas. Somos iguales. Hacemos lo mismo.

 

Foto: Agencia Presentes